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  • Foto del escritorRoberto Granados

La libertad de elegir

Actualizado: 27 may 2019


Photo by Brendan Church on Unsplash

Estamos hechos de frases. A lo largo del tiempo, ya sea por influencia familiar, de amistades o de la sociedad, vamos añadiendo ciertas oraciones que, consciente o inconscientemente, van formando parte de nuestras conversaciones. Muchas de ellas, las repetimos sin cuestionarlas. Por ejemplo, “Te conozco como la palma de mi mano”, para hacer referencia al conocimiento exacto que tienes de otra persona. En el fondo es al revés, ¿Quien conoce con exactitud la palma de su mano? ¿Quién conoce con exactitud a otro ser humano?


Hay otras frases, muy ciertas, pero de tan ciertas, rechazadas. Por ejemplo “Hoy es el mejor día de mi vida”. Ésta, como muchas otras, suele ser despreciada por ser en extremo optimista. Sin embargo, te guste o no, esa frase encierra una gran verdad: sólo tienes el día de hoy, así que si algún día va a ser el mejor es este…triste es vivir extrañando lo que fue o anhelando lo que vendrá. Quien se la pasa reviviendo obsesivamente su pasado y planeando reiteradamente su futuro, invariablemente estropea su presente.


De estas frases, hay una en particular que encierra una de las claves de la vida: “todos los días puedes volver a elegir”. Se lee muy fácil; hacerlo, no lo es tanto. Bueno, de hecho hacerlo en realidad sí es fácil, el problema aquí es la costumbre, milenaria, de aferrarnos a lo que ya tenemos, es decir a lo que ya elegimos, y el peso, gigantesco, de los juicios externos, de mantener una imagen dictada por la sociedad. El control obsesivo de la sociedad disfrazado de “hubieras” y “deberías”. Cada “debería” como una piedra de peso incalculable que te va hundiendo. Estando bajo tierra no se elige a donde ir, la elección es simple y llanamente para sobrevivir.


Incluso sobreviviendo, vamos tomando elecciones; no decidir es también una elección. Todo el tiempo estamos eligiendo. Elegir es aceptar la libertad que tienes de marcar el camino que optas transitar. Quieras o no, eres libre de elegir. Ya lo dijo Jean Paul Sartre: el ser humano está condenado a ser libre. La condena radica en que cualquier elección viene en paquete con una carga por todos conocida: la responsabilidad. Elegir implica tomar acción, abrazar una posibilidad y aceptar las consecuencias que ésta traiga. Elegir es tener la seguridad de dejar ir el resto de opciones disponibles. Elegir es asumir. Elegir es renunciar.


Si elegir es renunciar, elegir es dejar ir. Todos, por condición, queremos ser comprendidos, amados, escuchados, valorados, procurados. No podemos controlar lo que hagan los demás, por lo cual es imposible obligar que alguien, afuera, te comprenda, te ame, te escuche, te valore y te procure. La única persona que puede hacer eso por ti eres tú mismo. Elige la vida que quieres vivir, y renuncia a lo que te hace daño.


Elige tranquilidad, y renuncia al trabajo que ya no te gusta. Elige plenitud, y renuncia a cualquier relación donde no te valoran. Elige amarte, y renuncia a ese mal hábito que te carcome por dentro, y por fuera. Elige perdonar, y renuncia a los resentimientos, que de dejarlos se transforman en enfermedad. Elige confiar, y renuncia a responsabilizar a tu alrededor de lo que te pasa hoy. Sí, hay situaciones fuera de control imposibles de modificar, lo que sí está a tu alcance es cómo vas a reaccionar. Adentro de ti sólo gobiernas tú, si permites que lo de afuera transforme tu actitud, esa es tu elección.


Elige, renuncia, asume y actúa en consecuencia. Si algo en tu vida no te gusta, cámbialo, recuerda que sólo tienes este día para hacer de él el mejor. Si decides seguir en el trabajo que ya no te gusta, en una relación donde no te valoran, con los hábitos que te carcomen por dentro y por fuera, y con los resentimientos a flor de piel, está bien…sólo recuerda que tú así lo has elegido.


Si hoy decides vivir conformándote con lo que hay, está bien. Si hoy decides hacerlo diferente, está bien. Si hoy decides esperarte al futuro para cambiar algo del presente, está bien. De lo que se trata es saber que todos los días puedes volver a elegir: en cualquier momento puedes volver a empezar, hasta que ya no. Hasta que sea demasiado tarde. Además de estar condenados a ser libres, estamos condenados a morir.


La complejidad de volver a elegir radica en su simpleza: basta un instante para cambiar el rumbo. Basta un sí, o un no, para reinventarse. Girar el timón con rumbo a lo desconocido no es cómodo, pero necesario. Es en la incomodidad de la incertidumbre donde surge la magia de ser vulnerable, pero eso es tema para otro día. Por hoy, se trata de olvidar los hubieras, desterrar los deberías y volver a elegir. Ir contracorriente, no por rebeldía, ni por llamar la atención, sino por convicción. Ir contracorriente a partir de seguir lo que dicta tu corazón. Para cada elección, escucha tu voz interior. Basta con hacerle caso a tu intuición para comenzar a caminar, seguro que tus pies no se van a equivocar.


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