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Foto del escritorRoberto Granados

El privilegio de dar sin esperar algo

Actualizado: 27 may 2019


Photo by Fernando Venzano on Unsplash

Omar alzó la vista. A su alrededor pancartas de bienvenida, familias completas a la espera, abrazos sinceros, personas solitarias, reencuentros. Movimiento, ruido, pantallas, hombres y mujeres de negocios, luces. Entre la muchedumbre, y junto a la puerta de Llegadas Internacionales apareció un sujeto. Omar lo notó de inmediato, y es que una persona así no pasa desapercibida ni en el aeropuerto: hombre de raza negra con la mirada confundida, una mano en la maleta y la otra, alzada, sosteniendo una hoja de papel arrugada.


Bastó un segundo para que Omar entendiera que el sujeto estaba perdido. Ninguna pancarta era suya, ningún abrazo le pertenecía, ningún reencuentro lo esperaba. Vaya, ni siquiera le tocaba una mirada. En un lugar donde aterrizan y despegan innumerables sensaciones de amor, nostalgia, alegría y amistad es paradójico que haya poco espacio para ayudar a los demás.


Dentro de un mar de indiferencia, Omar optó por acercarse. La situación no hizo más que complicarse. El sujeto en cuestión estaba en el inminente y desesperante proceso de perder un vuelo. El sujeto en cuestión no hablaba nada de español. Tampoco sabía inglés. Él hablaba Amárico. Era etíope. Su nombre: Abrha Milaw Assefa.


Entre traducciones de dudosa procedencia – si Google translate se confunde entre el español e inglés, traducir entre español y amárico es complicado– y comunicación a señas, Omar descubrió que Abrha Milaw estaba en México para correr un medio maratón. En afán de ayudarlo, Omar tomó el papel arrugado que traía el deportista e hizo una llamada. “El señor Assefa es deportista de alto rendimiento, por favor ayúdalo a que se suba a un avión para que aterrice en Guadalajara esta misma noche”, fue la indicación. Omar miró su reloj, eran las 10 pm. La idea de Omar de apoyar a Abrha era una, cinco minutos y una llamada después, ya era responsable del etíope perdido. Así es el destino.


Omar nunca ha corrido un medio maratón; sin embargo, empezó su propia carrera contra el tiempo y la indiferencia. “A quién se le ocurre venir a un país sin hablar el idioma”, le dijeron en el mostrador de ‘información y ayuda’; “nosotros solo estamos para servir las emergencias”, le comentó un policía; “aquí le vendemos el boleto, pero falta imprimirlo y aquí no ayudamos con eso”, le aseguraron en una aerolínea. Si en 21 kilómetros se requiere de resistencia, correr pidiendo ayuda obliga a tener mucha paciencia.


Tras varios intentos, Omar y Abrha consiguieron el boleto a Guadalajara. Sin embargo, antes de tenerlo, llegó la prueba de fuego. “El señor Assefa no tiene tarjeta de crédito, por favor cómprale el boleto, en los próximos días yo te hago llegar el dinero” le dijeron a Omar por teléfono. Si luchar contra la indiferencia e intolerancia no había sido suficiente, ahora Omar era obligado a confiar ciegamente. En momentos de incertidumbre, no queda más que guiarse por la intuición. Tras escuchar su corazón, Omar sacó su tarjeta y pagó.


Los obstáculos ahí no terminaron. Luego de ser rechazado por otros policías y encargarle a los de seguridad que llevaran al etiope – aún confundido – hasta la puerta de embarque, Omar cumplió su misión. Una misión inesperada, de esas que terminan por volverse extraordinarias. En el terreno de lo extraordinario es donde brota la esencia de los seres humanos. Y en esencia, todos estamos hechos para crecer y ayudarnos.


Ese día, Omar entendió de solidaridad, y por unos instantes, sin siquiera saberlo, se transformó en asistente personal de un trotamundos profesional multipremiado. Dos horas más tarde, cuando recibió vía WhatsApp una foto de Abrha sano y salvo, Omar sonrió. La satisfacción más grande de ayudar radica en no esperar nada a cambio. El privilegio de dar es más sencillo de lo que a veces llegamos a pensar.


En primer lugar, ni siquiera hace falta hablar el mismo idioma para poder ayudar: una mirada, una sonrisa, un apretón de manos y, si hay más confianza, un abrazo son el lenguaje universal. Luego estar al servicio, basta poner atención en el otro para descubrir, en un abrir y cerrar de ojos, que todos necesitamos ayuda, y todos podemos ayudar. Después la empatía, sólo podemos realmente apoyar si tenemos la disposición a entender el mundo del otro y así actuar en consecuencia. Finalmente, la confianza, joya poco común, clave para realmente conectar y permitir ser guiado.


Si al alzar la vista Omar no hubiera estado atento a servir, dispuesto a ayudar y abierto a confiar, Abrha no habría llegado a su destino. Si al salir por la puerta, Abrha no hubiera estado atento a recibir, dispuesto a ser ayudado, y abierto a confiar en un extraño, Omar no habría podido ayudarlo. La vida unió a Omar y Abrha por un momento simplemente para volvernos a enseñar que en este camino humano, nadie puede solo. Hay que estar atentos, y dispuestos, para ayudar y ser ayudados.


Por cierto, tres días después de haber pagado el vuelo de un extraño, a Omar le depositaron.


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