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  • Foto del escritorRoberto Granados

Las raíces de la existencia


Photo by Luke Richardson on Unsplash

Pienso, luego existo. La complejidad y profundidad de la frase acuñada por René Descartes ha sido objeto de estudios, libros, clases, conferencias, talleres e innumerables discusiones. Es indudable el poder intelectual y filosófico de dicho enunciado, de otra manera sería imposible que un concepto creado hace más de 300 años siga rondando la cabeza de millones de personas, incluyendo la mía.


Meterse en los terrenos de la existencia es por demás complejo. Adentrarse en el vasto universo de lo que existencia significa deja más dudas que respuestas. ¿Si solo existen las ideas, donde quedamos los humanos? ¿O será que primero existen los humanos y luego las ideas? ¿Los objetos inanimados, existen? ¿Al morir, en verdad dejamos de existir? ¿Puedo existir a través de otro? Estas son sólo algunas de las dudas que me surgieron, en un espacio no mayor a un minuto, a partir de pensar en este pantanoso, pero interesante, concepto.


Si 60 segundos fueron suficientes para crear cinco preguntas, estoy seguro que, de ser impresos, todos los cuestionamientos referentes a este tema de la existencia podrían darle varias vueltas a la Tierra. Si cada pregunta trajera consigo las respuestas, cierto estoy que nos acabamos el papel. Todo gracias a diez letras: E-X-I-S-T-E-N-C-I-A. Hace unas horas esas cinco vocales e igual número de consonantes que forma la palabra, volvieron a tomar mi cabeza como rehén. Sin embargo, y contrario a lo esperado, su presencia no sólo trajo preguntas, también encontré una respuesta: existir tiene poco que ver con uno mismo.


Para llegar a dicha conclusión bastaron dos preguntas. La primera: ¿quienes, a lo largo de mi vida, han sido significativos para mi existencia? Antes de seguir, te invito a que te hagas esta misma pregunta y te des un tiempo para encontrar la respuesta...


Sin temor a equivocarme puedo asegurar que en tu lista hay varias personas, cada una aportando algo para que hoy actúes, pienses, sientas, te relaciones y te manifiestes de la forma en que lo haces. Seguro estoy también que dentro de lo significativo no sólo hay seres vivos. También hay ideas, libros, pensamientos, corrientes filosóficas y eventos históricos formando parte del mágico mundo que, en conjunto, crea tu propia existencia.


La segunda pregunta: ¿quienes, a lo largo de la vida de tus personas significativas, han sido significativas para ellas? No hace falta saber a ciencia cierta la respuesta para caer en la cuenta que deben ser otras personas, otras ideas, otros libros...otras existencias.


Todo lo que manifiesto es derivado de mi existencia, y mi existencia es consecuencia de las manifestaciones de otros. Cada ser humano es como un árbol, el tronco refleja la solidez del temperamento; las ramas significan el ímpetu por seguir creciendo; los frutos son el resultado de atreverse a conocerse. El tronco, las ramas y los frutos están a la vista. Fuera de ella se encuentran las raíces, grandes e invisibles soportes que nutren, mantienen, dan vida y permiten la existencia.


Si mi existencia fueran las raíces serían mi mamá y mi hermana, tu padre y mi perro, la reina y el pordiosero, un velador y un cocinero. Si mi existencia viviera completa bajo mis pies ahí estarían Dalí, Moctezuma y Gen Gis Khan; Mozart, los colores y el Corán; La Iliada y la Odisea, también el evangelio. Si mi existencia se nutriera como un árbol, cada fruto tendría un poco de la ilusión del amanecer, otro tanto de la ternura de mis abuelos, y seguro algo de la sabiduría de tus ancestros.


Si mi existencia fueran mis pies, estaría siempre bien plantado. Volando alto por los aires sin perder jamás de vista lo que me conecta con el suelo. Repito: existir tiene poco que ver con uno mismo, tiene que ver con todo lo demás. La prudencia del búho. La sensibilidad de Shakespeare. La inmensidad del desierto. La ingenuidad del Quijote. El surrealismo de Remedios Varo. La creatividad de Walt Disney. El brillo de la aurora boreal. El liderazgo de Mandela. La osadía de Simone de Beauvoir. La locura de Pollock. La rebeldía de Hendrix. La fuerza del océano. La ambición de Napoleón. La profundidad de la filosofía. La nobleza del budismo. La sensatez del humanismo.


Ha tenido que suceder todo, literal, para que tú y yo hoy podamos existir. A partir de existir, con todo lo que conlleva, es posible tomar conciencia. Tomar conciencia trae como respuesta darse cuenta que para florecer como ser humano, pese a la incomodidad que surge, es imperativo mostrarse a cada momento. Hacerlo trae riesgos, pero es el camino más honesto para hacer de nuestro propio andar un verdadero manantial.


Que cada ser vivo, cada idea, cada creencia y cada aprendizaje bajo nuestros pies sea el sostén para que mostrarse con autenticidad, y vivir con vulnerabilidad, sea la consecuencia de transitar cada día con libertad.


Y así, sólo así, un buen día, nuestra propia vida formará parte de las raíces de la existencia.



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